Pokemon Go y otras limadas postmodernas.

Paradojas de tiempos líquidos. 


EL ARTE NO SE EXPLICA: LO ENTENDÉS O NO LO ENTENDÉS.

En la película argentina «El mismo amor la misma lluvia«, hay una escena graciosa donde el actor David Masajnik se pone muy nervioso al defender lo indefendible: un cortometraje dirigido por él mismo, que no tiene ni pies ni cabeza. El diálogo entre un espectador y él, es más o menos así:

—¿Qué quisiste decir, flaco?

—Entonces yo ahora te tengo que decir la obviedad de que el arte no se explica. El arte no lo podés explicar. Lo entendés, bien; no lo entendés, bien. Te gusta, bien; no te gusta, bien. Lo sentís, bien; no lo sentís, bien.

Pero tranquilos. No voy a entrar en ese manoseado debate sobre qué es o no es el arte. Sí me parece interesante pensar qué se está expresando en el arte contemporáneo, en esas obras que —confesemos— a muchos nos desconciertan, nos indignan, nos parecen absurdas o ridículas. Y nos da la impresión de que el artista estuviera tomándonos a todos el pelo mientras la masa observa, asiente con la cabeza y saca fotos al cadáver colgante de un caballo. Para entender qué es lo que este “arte” significa, creo que habría que hacer un repaso sobre la época en que vivimos.

bauman

El ser humano actual busca ser feliz en un contexto inestable, donde no hay estamentos, ni religiones dominantes, ni estados totalitarios pero sí existe un mercado mundial en el que se decide lo que vale y lo que no vale. Frente a la estabilidad que daban los estamentos (sin movilidad social), las religiones y los estados totalitarios… el mercado. Y para hablar de las consecuencias de ello, el sociólogo Zygmund Bauman acuñaba el ya conocido y debatido término de MODERNIDAD LÍQUIDA.

LOS SUICIDADOS POR LA SOCIEDAD

Por otro lado, hay una saturación de problemas. Dos guerras mundiales, dictaduras militares y genocidios, guerras santas o no tan santas, gobiernos corruptos por todos lados, imperialismos y colonialismos, saqueos y expolios de continentes enteros, esclavitud y violencia de género históricamente instalada… tanto daño a la humanidad, quizás grabado a fuego en nuestra memoria colectiva, tiene que salir por algún lado. La primera reacción esperable es el la lucha social. Ahí tenemos los grandes movimientos feministas y obreros del siglo XIX.

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Pero… ¿Y si pese a toda esa lucha social, la violencia humana continuara manifestándose en nuevas calamidades cada vez más sutiles pero también más cruentas? Entonces aparece la segunda reacción esperable: la resignación.

Los psicólogos llaman indefensión aprendida, a ese fenómeno que observaron en animales de laboratorio, los cuales dejaban de luchar contra las adversidades (en este caso, unas cuantas descargas eléctricas) al hacerse evidente que resultaba inútil. Nosotros también hemos aprendido, quizá, que por mucho que luchemos, el mal sigue estando allí. Pero la resignación a veces no es posible porque no podemos aceptar tanto dolor. Entonces aparece la locura. Ahí tenemos el movimiento nihilista y existencialista del siglo XX. El escritor francés Antonin Artaud, ¿Tendría esto en mente, quizás, cuando escribía el ensayo “Van Gogh, el suicidado por la sociedad”?

LA SUPERFICIE COMO NORMA

Claro que todo esto no es tan lineal. Hubo existencialismo en la Grecia helenística y hay movimientos de lucha social en la actualidad. Pero estamos hablando de ciclos. Y a mí me parece que existen ciclos, estados espirituales si se quiere, el  Zeitgeist, el espíritu de la época, las mentalidades que las caracterizan.

El período helenístico, de hecho, se parece mucho al nuestro. Curiosamente, el pensamiento filosófico helenístico (escéptico, ecléctico, desesperado por hallar criterios de verdad) surge después de una abolición total de los valores clásicos de estabilidad. En aquella época, la filosofía se volvió más superficial. El individualismo reemplazó la vida comunitaria. La ética se simplificó. Hoy ocurre lo mismo. ¿Acaso no somos voraces consumidores de libros de autoayuda y por todos lados se escucha la misma “receta” para ser felices?

Para ejemplificar lo que quiero decir, voy a citar de manera anónima un mensaje que encontré en las redes sociales de una espectadora de cierta serie televisiva. La espectadora hace un análisis desde su punto de vista, muy interesante (el subrayado es mío):

“Hay que enfocarse en lo que ve uno mismo. Criticar a la sociedad por ser como es y querer destruir el sistema es de ciegos, porque en vez de aceptar las cosas como son y tratar de esquivar las decepciones, esa gente se deprime pensando en los demás, imaginando lo perfecto que sería el mundo si todo cambiara, pero como eso es imposible… se vuelven a decepcionar. A la vez, un vivo [se refiere a políticos demagogos de izquierda] aparece, aprovecha esa depresión para guiar al grupo de antisociales, dice ser  de izquierda, les llena la cabeza con todo lo que quieren escuchar (…), y el depresivo vuelve a su círculo de cinismo y decepción del mundo, cuando el problema está en cada uno”.

Al margen de estar de acuerdo o no con este análisis, hay elementos que subyacen aquí y que se “naturalizan” como si fueran evidentes, como si no necesitaran demostración. Esos “axiomas” nos dicen mucho sobre qué se considera obvio en nuestra época y a mi entender son los siguientes:

  • Enfocarse en uno mismo. La felicidad es individual, no pasa por vivir en comunidad. Es un estado interno, una actitud ante la vida. El problema está en cada uno y solo puede ser resuelto, por tanto, por uno mismo.
  • Se asocia el ser “antisocial” con pensar en los demás, pensar en los problemas humanos y sociales (¡Qué paradoja!), preocuparse y hacer una crítica del mundo. Esto me parece revelador: criticar la sociedad en la que vivimos se ve per se como una muestra de no querer pertenecer a ella. La persona que critica la sociedad es insoportable, es depresiva, es cínica y pesimista.
  • No se dice de manera específica, pero me da la sensación de que subyace en este mensaje una alabanza al pragmatismo y utilitarismo: Hay que actuar de manera tal que sea útil. Pararse a pensar las cosas es lo contrario a la utilidad. Es la sociedad del hacer, del producir, del cambio, del adaptarse y flexibilizarse. También, la sociedad de la rapidez. Una persona que reflexiona, no encaja en este modelo. Pierde el tiempo. Y —¿contradicción?— se la concibe como «ciega«.

POKEMON GO COMO ESTRATEGIA.

En conclusión: La conducta, así entendida como antisocial y depresiva, es rechazable. Me parece como si se estuviera escapando de una realidad que resulta demasiado insoportable para ser pensada; como si hubiera demasiada “saturación de problemas”, que se consideran irresolubles y que no conduce a nada ser pensados. ¿Estamos buscando una felicidad en la reclusión y en la trascendencia de esa realidad? Quizás se trate de lo mismo que hacían los neoplatónicos y la Patrística allá por los primeros años de la era cristiana. Pero ellos tenían a Dios y era más fácil. Nosotros tenemos que crear estrategias más rebuscadas para escaparnos del mundo (¿Algo como el Pokemon Go, quizá?). 

Porque en este contexto, un lector incomodado me podría interpelar: «¿Y cuál es el problema de centrarse en la propia individualidad?«. No es tanto el dejar de pensar en el otro, no es tanto el caer en posiciones egoístas. No creo que ese sea el peligro que aceche detrás de esta pretendida felicidad individual empaquetada que nos venden los libros de autoayuda, los programas de televisión, los innumerables mensajes que compartimos en las redes sociales en pos de una vida plena, las numerosas aplicaciones para teléfonos móviles que tienen descargas masivas mientras otras formas de ocio tradicionales caen en picado. De hecho, no considero un peligro centrarse en uno mismo. Me parece algo bello y digno de sabiduría centrarse en uno mismo, siempre que haya algo ahí dentro en lo que centrarse; siempre que haya un individuo construido previamente; siempre que no se trate de entes huecos, vacíos, superficiales.

Y he aquí otra paradoja, porque el individuo jamás se construye por sí solo a sí mismo, sino en socialización.

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